Galileo Galilei (1564-1642) fue un genio de la física, cuyos estudios sobre la caída de los cuerpos propiciaron la base para los descubrimientos de Isaac Newton.
También lo fue de la astronomía perfeccionando el telescopio, con el que pudo descubrir la superficie irregular de la Luna, las manchas solares, la constelación de Orión, las fases de Venus y, especialmente, apoyar, por convencimiento científico, la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico que establecía que el centro del universo era el sol y no la Tierra, como afirmaba la Iglesia. También inventó un precursor del termómetro, el termoscopio.
Su padre Vincenzo, músico y matemático, insistió que estudiara medicina en la Universidad de Pisa, estudios que no terminó pues se dedicó a lo que realmente más le gustaba a él: las matemáticas, siendo un ferviente seguidor de Arquímedes, Platón y Pitágoras, así como la física, astronomía e ingeniería.
Vivió en Padua dando clases de astronomía, mecánica y geometría, y conoció a una mujer, Marina Gamba, con la que convivió, aunque nunca se casó con ella, y fruto de esa relación nacieron 3 hijos, Virginia, Livia y Vincenzo.
Según la leyenda, Galileo subió a la Torre de Pisa para demostrar que la aceleración de la gravedad no dependía de la masa del cuerpo. Así, desde lo alto, soltó dos bolas de hierro de distinto peso, y ambas, se supone, que tocaron el suelo a misma vez.
Mayo de 1609: Galileo llega a ser conocedor de la existencia de un telescopio fabricado en los Países Bajos, por lo que decide fabricar uno que, además, no deformaba los objetos, aumentándolos 6 veces -el doble que el de su rival. En agosto, ya tiene terminado un 2º telescopio de 8/9 aumentos. Buscando mejorar este instrumento, llegó a construir más de 60 telescopios.
7-11 de enero de 1610: descubrió varios satélites del planeta Júpiter a los que denominó “Planetas Medicianos”, en honor de la familia Médici (Cosme II de Médici, gran Duque de Toscana, fue su alumno), y los numeró: I, II, III y IV. Hoy los conocemos como “satélites galileanos”, a saber, Ío,Europa, Calisto y Ganímedes.
Tenía ansia de conocimiento, llegando a expresar: “Nunca me encontrado con alguien tan ignorante del que no pudiese aprender algo”. Sus observaciones le llevaron a apoyar públicamente la teoría de Copérnico, lo que atrajo la atención de la Iglesia Católica, que le exigió que dejara de seguir promulgando aquellas ideas o sería considerado hereje.
Febrero de 1616: El papa Paulo V ratifica una censura contra Galileo, instándole a que expusiera su tesis como hipótesis y no como un hecho probado. Galileo no hizo caso por lo que la Santa Inquisición le acusó de “sospecha grave de herejía” y fue llevado a juicio. Entre las “pruebas” contra él estaba una carta que había enviado, en 1613, al matemático Benedetto Castelli en la que ponía en duda ciertos pasajes de la Biblia entendiendo que su interpretación no era literal. Galileo acusó a la Iglesia de manipular el sentido de la carta; pero el 22 de junio de 1633, fue condenado a prisión perpetua y coaccionado para que hiciera la siguiente retractación pública:
“Yo, Galileo Galilei, abandono la falsa opinión de que el Sol es el centro y está inmóvil. Abjuro, maldigo y detesto dichos errores”.
Cuando terminó su declaración impuesta, expresó en voz baja:
“E pur si muove” (“Y sin embargo se mueve”).
Fue encarcelado y, posteriormente, pasó el resto de su vida bajo arresto domiciliario. Quizá debido a su trabajo con el telescopio su visión se fue deteriorando hasta perderla; pero contrató a un aprendiz para poder seguir con sus investigaciones y tomar notas de sus descubrimientos.
Galileo murió con 77 años de edad, y fue inhumado en Florencia (Italia). El gran duque de la Toscana, Fernando II, quiso enterrarlo en la nave principal de la Basílica de la Santa Croce; pero el papa Urbano VIII se negó debido a las acusaciones de herejía que habían pesado sobre el físico. Finalmente, sus restos serían trasladados a un lugar de honor dentro de la basílica y en un monumento construido en su recuerdo.
Curiosamente, 350 años después, en 1992, el papa Juan Pablo II rehabilitó a Galileo y pidió perdón por la condena injusta que realizó la Inquisición.
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