Corría la primera mitad de la pasada década cuando, viniéndome dedicando en cuerpo y alma al muy loable y noble ejercicio de la escritura literaria, dando a luz un interesante catálogo de obras de muy distinto jaez, estimé que había llegado el momento de autoeditar mi colosal producción (que hasta entonces permanecía aletargada en un baúl) a través de esa tan conocida plataforma que es Amazon. Desestimé las editoriales tradicionales por varias razones:
1ª).–Por no perder soberanía sobre mis derechos y mis contenidos.
2ª).–Por la pereza que significaba ahorrarme todo el lento procedimiento editorial que no solo comprendía la lectura de mis libros sino también su aprobación y quizás hasta atrevidas sugerencias improcedentes. Téngase en cuenta tanto los grandes volúmenes de la mayoría de mis novelas como la diversidad de sus temáticas y cortes.
3ª).–Por desconfianza y apatía hacia dichas empresas.
4ª).–Por evitarme negociaciones.
5ª).–Por despecho e independencia.
El caso es que edité en formato electrónico un montón de trabajos donde, lo reconozco, se me colaron sus erratas, pues todo lo hice yo solito, diseño de portadas incluido. Todo un hercúleo trabajo que me acarreó una tendinitis pasajera en mi muñeca diestra y que me hizo cambiar el clásico ratón por un mucho más cómodo trackball.
Un tiempo más tarde me enteré de las posibilidades que ofrecía una filial de grupo llamada CreateSpace, la cual se encargaba de comercializar libros físicos, y edité los mismos que ya tenía en formato electrónico (mas de lo más pulcramente revisados), más cuantos relatos había escrito en dicho entretiempo. Diecisiete títulos en total. ¡Casi nada!
Entonces fue cuando, tras celebrar mi Velada Literaria en el Boogaloo Café a fin de presentar tres cuentos infalibles, me apunté a Facebook y comencé a promocionar mis libros y figura entre mi muy reducido grupo de contactos, aunque ello no tuviese la menor incidencia en las ventas pero sí en mi profesión, ya que, gracias a dicha plataforma, hice amistad con cierta Autora que me puso en contacto con nuestra revista. Va a hacer dos años de ello.
Mi balance acerca de la calidad de mis publicaciones en Lenguas de Fuego es muy satisfactorio, tanto que también me extraña lo suyo que mis tan tristes ventas no se hayan visto alegradas ni un ápice. También mi paso por Facebook lo juzgo elegante, aunque tampoco ha incidido en mi comercio.
¿Por qué no es nada fácil para un Autor Independiente ser reconocido (aun cuando consagrado)? ¿Por qué, habida cuenta mi calidad literaria, no funciono en los mercados?
(Me hago tales preguntas desde un total atemperamiento en el que no caben calores de ilusiones ni frialdades; desde una completa neutralidad, vaya.)
En primer lugar, es obvio, no funciono en los súper atestados mercados porque estos ni siquiera me conocen, ya que mis iniciativas al respecto han sido tan mínimas y precarias que, lejos de hacer mella alguna, han pasado del todo inadvertidas. De manera que no puedo decir que nada halla fallado porque apenas nada se ha hecho, y así, fuera del propio no hacer nada en los estadios del merchandising, a ninguna causa se puede achacar esta especie de gran fantasmagoría mía, la de un titán disfrazado de un don nadie.
Tal vez, y si acaso, los mercados no ven más que mi imagen oficial –escogida aposta–, en que, del todo despeinado y desaliñado, parezco un exótico loco harto inaugurado, de muy profunda mirada y a saber qué más; y pasan de largo. Tal vez los mercados ni se fijan… ¿Qué saben acaso tales? ¡Lo que los distintos medios les meten por los ojos! Eso y poco más.
¿Y qué preciso para salir de mi anonimato? ¡Una buena campaña de marketing que, de momento, no cabe en mis posibles! Porque la vía alternativa de presentarme a premios literarios la descarto de plano, en tanto es nula la confianza que me infunden y no estoy dispuesto a ceder derechos cual suele ser frecuente requisito de tales; aparte de que toda mi producción está publicada y ello me la invalida al respecto.
Una agresiva campaña en la que se me ofrezca como toda la puntera factoría literaria que en verdad soy, y ofrecer mi tan amplio catálogo de libros como sus distintos productos, verdaderas herramientas de programación neurolingüística, píldoras para edulcorar las mentes humanas do quiera que se presten, bálsamos espirituales, novedosas literaturas de lo más exóticas y originales.
Naturalmente, lo suyo sería entregarme a una capacitada agencia de marketing y diseñar conjuntamente la estrategia, ya que tal debe también parecérseme.
Muy importante también contar con una sofisticada página web, cuyos contenidos ya los tengo explicitados, con lo que espero dar a entender que ya he estudiado lo mío este punto y sus posibilidades.
El Artista o Autor ya está hecho, y una grandísima producción disponible para su venta en Amazon. Solo necesito del impulso de un trampolín para alzar el vuelo.
Espero que los astros me sonrían.
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