Al entrar en Fahrenheit 451 comprobó que Narcís estaba vestido; buen día para el negocio. Narcís permanecía meditabundo tras el mostrador, mientras acariciaba el canto de la madera.
-Enhorabuena –le felicitó León-. ¿Han sido muchos?
Narcís detuvo aquella mano velluda y de dedos afilados.
-Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, de Lowry[1], y El pozo, de Onetti[2].
-Dos de tus predilectos.
-Siempre se van los mejores.
León conocía de sobra el laconismo teñido de remordimientos en que caía su amigo cada vez que lograba una venta.
-Quien se los ha llevado sabrá valorarlos –intentó consolarle-. Has hecho lo correcto.
Lo cual significaba que Narcís podría comprar un par de bandejas de lonchas de pavo cocido y, tal vez, merced a algunas ventas más de las últimas jornadas, adquirir unos cuantos puros de calidad no ofensiva a su paladar. Aunque León no dudaba de que si Narcís tuviera que escoger entre una cosa y otra, optaría por el tabaco. Incluso cuando recurría a su alimento básico, el pavo, le veía enrollar las finas lonchas con la maestría de un torcedor de hojas de su amada planta. Y siempre le parecía que acabaría acercando el extremo de carne cocida a la llama de una cerilla.
La melancolía de Narcís después de vender un libro era la del viejo a quien se le cae un diente, y tardaba horas -y a veces días- en apartar la vista de la estantería mellada donde antes se enraizaba alguna obra insustituible. Los libros y los cigarros eran sus dos amores, un mismo amor en verdad, pues para él cada bocanada de humo hermanaba en un íntimo aliento al escritor y al lector. Nadie que no fumase había escrito nada verdaderamente grande, verdaderamente profundo, según Narcís, que sólo admitía como enmienda a tal máxima las plumas anteriores al seis de noviembre de mil cuatrocientos noventa y dos, fecha en que Rodrigo de Jerez[3], uno de los marineros que acompañaban a Colón en la Santa María, elevó su nombre a los humos de la gloria al ser el primer europeo en fumar.
[1] Malcolm Lowry (1909-1957). Poeta y novelista inglés (alternaba la pipa con los cigarrillos).
[2] Juan Carlos Onetti (1909-1994). Escritor uruguayo (fumador de cigarrillos). Como el propio Onetti contaba, comenzó a escribir por culpa del tabaco. Durante los años 30, en Buenos Aires, se prohibía la venta de tabaco durante los fines de semana, por lo que el viernes se procuraba acopio para tres días. En una ocasión en que se le olvidó comprar, la desesperación le llevó a escribir la primera versión de El pozo, su opera prima publicada en 1939.
[3] Rodrigo de Jerez. Natural de Ayamonte. Como tripulante de la Santa María, acompañó a Colón en su primer viaje (1492), y se le atribuye ser el primer europeo en probar el tabaco (Noviembre de 1492, durante una incursión en tierra acompañado por Luis de Torres, como relata Fray Bartolomé de Las Casas en su versión del Diario de navegación de Cristóbal Colón). De vuelta a España a bordo de La Niña, y habiéndose aficionado al humo, fue condenado a siete años de prisión por la Inquisición (según algunas versiones, denunciado por su propia esposa, aterrorizada al sorprenderle entre infernales bocanadas). Véase El Bello Habano. Reynaldo González; págs. 21ss.
He intentado ver la entrevista de Paco Santos, ahora, en YouTube. No hay manera. Me encantaría que para los desastres, como yo, hubiese un enlace vuestro… EL libro me interesa muchísimo y es mi regalo del mes, para mí misma. Muchísimas gracias por hacer entrevistas tan interesantes y espero ir aprendiendo a entrar, para no perdérmelas.
Eres una de las personas que hacen que valgan la pena estas entrevistas, querida María José.
GRACIAS!!