Magia... una palabra que en el mundo del espectáculo ha sido utilizada desde siempre para atraer al público.
Todos, alguna vez, hemos escuchado hablar de la magia del cine, radio o televisión.
Una “magia” que nos ha hecho vivir fabulosas aventuras, estremecedoras sensaciones, inolvidables sentimientos de admiración o desprecio y que, aplicada adecuadamente al arte, incorpora en el oyente o espectador emociones únicas e irrepetibles.
Con la apertura de los grandes estudios cinematográficos al publico, la llegada del video y los “detrás de las cámaras”, algo se quebró en la ilusión de la gente y la “magia” parecía destinada a morir.
Sin embargo, nada de eso ha ocurrido, gracias al talento de grandes artistas, como por ejemplo:
- Akira Kurosawa, que ya siendo octogenario, nos llevó de la mano por los caminos del arte con su maravilloso film “Sueños”, en el que, haciendo alarde de una inagotable creatividad, reproduce una pintura de van Gogh al tamaño natural y en ella nos introduce para darnos una clase magistral de cine, plástica y cultura difícilmente igualable.
- A la belleza visual de la última película de Leonardo Favio, que en el ocaso de su vida, nos dejo un trabajo que es algo más que un film, “Aniceto”, una obra de arte integral.
- El español José Luís Cuerda, que nos embargó de emoción y ternura con su encantadora película “El bosque animado”.
- Al increíble Manoel de Oliveira que, superados los 100 años, nos siguió sorprendiendo con su talento y vitalidad.
Gracias a creadores como estos – entre tantos otros – es que la “magia” pudo sobrevivir.
Pero… ¿debemos dejar a los creadores solos o los espectadores podemos ayudar de algún modo?
Seguro que podemos y debemos….
¿Cómo?
Siendo selectivos con el material, no aceptando como bueno todo lo que nos llega solo porque alguien nos lo dijo o lo escribió.
Recordando aquella secuencia sublime de “La sociedad de los poetas muertos”, cuando el profesor (Robin Williams) se para sobre un banco e invita a sus alumnos a mirar las cosas desde diferentes ángulos, enseñándoles a tener criterio propio.
Viendo y, fundamentalmente, haciendo ver a nuestros hijos, tanto en cine, como en video o televisión, material que nos exija, al menos, un mínimo de elaboración, y no solo simples entretenimientos.
¿Y qué conseguiremos con eso…?
Seres humanos que no dejaran que alguien les indique si tal o cual película o espectáculo es bueno o no, lo averiguaran por si mismos.
Seres humanos que podrán seguir disfrutando de “la magia” del arte, ya que al no ser menospreciados como espectadores, obligaran a crear más y mejores programas y películas.
Personas a las que nadie les podrá anular “la magia de pensar”
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