Barcelona. A raíz de una dura infancia y adolescencia de negligencia y desamor en el hogar paterno, Haidi Grams queda marcada física y psicológicamente. Por un lado, es víctima de una enfermedad pulmonar crónica y degenerativa, la fibrosis quística, empeorada con creces por el entorno creado por su padre fumador; por otro, es presa de los corrosivos sentimientos de inseguridad, culpabilidad y falta de autoestima que pesan sobre los niños desqueridos.
La suerte se cruza en su camino y es rescatada de su perniciosa existencia por los servicios sociales y destinada a un centro de menores a los catorce años de edad, hecha una muchacha débil y escuchimizada pero de una singular y exótica belleza, con una larga melena pelirroja y unos hermosos ojos negros. Apreciada por la mayoría, su temperamento afable y pausado queda,
en parte, manchado por las escabrosas vivencias de sus primeros años, convirtiéndola en una chica extremadamente tímida, insegura y derrotista, marcada por una grave depresión.
En 1983 su enfermedad la lleva a un punto sin retorno en el que, con veintiún años, se ve obligada a dar un gigantesco paso en busca de un trasplante de pulmón, y se muda temporalmente a la ciudad de Newcastle upon Tyne, Inglaterra, país caracterizado en esa época por las tajantes medidas contra inmigración que entorpecerán el acceso al remedio que le urge.
Allí conoce al arrogante, adinerado y tremendamente irresistible Lord Ashley, un influyente parlamentario a quien cautiva con su cabello bermejo, su escasa talla y su candor. Un hombre escarmentado de la vida que, dada su existencia envuelta en el lujo y su tan desacertada trayectoria con las mujeres, se muestra receloso y sumamente mezquino con sus privilegios y su
poder legislativo desde un principio.
Aunque él desconoce que Haidi está enferma.
¿Volverá la suerte a cruzarse en el camino de la joven española?
Sus peripecias la llevan a una evolución psicológica con la que se desanclará del pasado y soltará el lastre del victimismo; un viaje por los entresijos de su mente en el que desarrollará plenamente su energía interior y se perfeccionará como ser humano, alcanzando la paz espiritual mediante la gratitud y la aceptación de su realidad. Logrará contemplar las luces, mirar de reojo
las sombras.
Por su parte, involucrado en una relación vana y superficial con la pelirroja de sus sueños, el apuesto diplomático tendrá cada vez más dificultad para reconstruir las gruesas paredes que protegen su propia vulnerabilidad del mundo que le rodea y de la influencia de la muchacha.
Un largo viaje para ambos.
Pero la fibrosis quística es letal y a Haidi apenas le queda tiempo.
Ángela Landete Arnal nació en Barcelona en 1971 y se licenció en Filología Inglesa por la UB. Ha vivido gran parte de su vida en la capital condal, salvo dos largas temporadas que permaneció en Londres y Oxford durante 1993 y 1994, respectivamente. Casada y madre de tres hijos, en la actualidad reside en El Masnou, municipio del litoral catalán.
Ha trabajado como secretaria de dirección en dos multinacionales farmacéuticas —Boehringer Mannheim y Almirall—, como profesora de inglés en Hibernia, una academia local y como traductora de textos científicos. Hace unos años se vio obligada a abandonar el mundo laboral debido a las consecuencias de la fibromialgia y del lupus eritematoso sistémico, una enfermedad inmunológica que la somete a largos períodos de descanso, tiempo que ahora dedica a una pasión que siempre había llevado en su interior: escribir.
Como escritora novel, El Viaje de Haidi representa su primera obra. Se trata de un drama romántico con un tinte moral que describe la evolución psicológica de Haidi Grams, una joven con una enfermedad pulmonar grave. La protagonista recorre el largo camino que se extiende desde la autocompasión hasta la aceptación de su circunstancia, el mismo viaje mental que la autora ha realizado y con el cual se logra salir del estado de depresión mayor para abrazar la realidad, agradeciendo las pequeñas cosas que se tienen al alcance de la mano. El destino final de dicho viaje es el premio de la satisfacción, la conformidad y, por ende, una mayor felicidad.
La autora admite que no podría haber realizado tal cambio de no ser por la práctica de la meditación y del chikung, disciplina china milenaria que enseña a cultivar y desarrollar la energía interior que cada ser humano alberga y que, tan sólo regándola un poco, florece.
Be First to Comment