Hablar o no hablar…, he aquí el dilema que debieron enfrentar en el año 1927, los actores y estrellas de la pantalla grande, cuando ese fenómeno llamado cine, en una arrolladora evolución, incorpora un avance tecnológico asombroso para aquellos tiempos primarios: El Sonido.
Un crecimiento extraordinario, pero traumático y doloroso. Para muchas figuras del período mudo, luminarias fulgurantes que debido a una dicción defectuosa, un acento provinciano o una voz inapropiada para su imagen, vieron abruptamente terminada su carrera artística y cayeron rápidamente en el olvido.
Sabido es que ante esta circunstancia, productores y directores de cine debieron acudir en busca de actrices y actores de teatro, principalmente aquellos fogueados en los escenarios de Broadway o Nueva York, es decir, gente con preparación, oficio y/o estudio y que la realidad ponía en el lugar que, debido a su capacidad y experiencia, debieron de haber ocupado desde el primer momento.
“…Si morir es dormir… quién me asegura que muerto no habré de soñar las mismas atrocidades que en vida estoy sufriendo…”
Recitaba Alfredo Alcón en una de sus más relevantes interpretaciones de teatro y televisión, dándole vida a uno de los personajes más importantes de la literatura universal creado por William Shakespeare, para plantear un interrogante muy difícil de discernir, Hamlet, que angustiado a través de los siglos, transfiriéndonos la inquietud, se pregunta… Ser o no Ser…
Un dilema existencial que bien podría aplicarse a otros estamentos del cine, por ejemplo a cronistas, comentaristas, críticos y escritores y, en estos tiempos de falsificaciones, trasladarse también al lector de material cinematográfico a quien, enfrentado a las lujosas, atractivas y coloridas revistas de cine que adornan los kioscos del mundo, se encuentra con gran cantidad de notas y comentarios firmados por autoproclamados “cronistas”, le sobreviene la tremenda duda sobre si tal o cual articulo podría Ser o no Ser el refrito de algún original escrito en otro tiempo y en otro idioma por talentosos investigadores, escritores o periodistas que tuvieron la inquietud de entrevistar, analizar, estudiar a una figura y/o tema especifico y lo desarrollaron, elaborando un trabajo original y de legítimo valor.
Y, si como refería Jorge Luis Borges en La Noche De Los Dones (El libro de Arena- 1977), “…Aprender es recordar…” quién le asegura al lector que el artículo que tranquilamente lee no fue “recordado” por el firmante en cuestión y lo transcribió, cambiándole, como en algunos casos, solamente algún signo de puntuación, porque no son pocos los verdaderos autores que luego de varios años encontraron algún trabajo suyo publicado en cualquier medio, sin autorización y con otra firma al pie.
Ser o no Ser…Un verdadero critico
Es una cuestión que tendrían que dilucidar muchos traductores y transcriptores de libros, press books y revistas de cine, antes de firmar como propio un trabajo sin hacer mención a la fuente de origen, por respeto al lector y para bien de la inteligencia y de la sagrada profesión de escritor.
La valoración de la estética y técnica del cine y la crítica de sus películas y personajes, necesita de periodistas con un pleno sentido de la responsabilidad, honestidad y cultura.
Tal vez, como sucedió con el cine al llegar el sonido, haya que esperar una evolución en las exigencias del público lector, para que se produzca una decantación de valores y los lugares de privilegio sean ocupados por los talentosos y honestos estudiosos que se ven postergados por aquellos que se ufanan de ser…y no son.
Be First to Comment