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Nadie es profeta en su tierra

 ¡En mi amada Extremadura tuve que venir a nacer! En la región que, aun habiendo dado buenas plumas, menos se lee de España. ¡En España tuve que nacer! ¡Y conocer la gloria y dicha del castellano, lengua hablada por más de quinientos millones de almas y en la que se han recreado infinidad de buenos y grandes literatos! Pero… ¡Pregunten por mí en mi tierra! ¡No me conoce ni Dios! ¿Será porque no se le da el valor que se merece a la escritura? ¿Será porque soy un Autor Independiente que se desarrolla al margen de los circuitos comerciales y/u oficiales? ¿Será porque procedo de su humilde pueblo? Yo, que tanto me pregunto, no lo sé.

 A veces es duro ser un escritor no leído, un don nadie; no por nada, si no tan solo porque se me desconoce; es decir, que mi literatura no se ha catado siquiera y, de tal manera, están demás todo tipo de valoraciones al caso. A tales efectos, soy un melón cerrado.

 Por mi parte, un gran trabajo está realizado; diecinueve títulos para ser exactos. No he sido de esos escritores que pegan sus botes de alegría al terminar un libro y se dedican a promocionarlo por doquier; no, yo, tras terminar un libro, y para no ahogarme de sed de tinta, he empezado otro; y así durante más de una década de profesión dedicado íntegramente a la escritura.

 El año pasado lo vine dedicando a nuestra revista, así como viene dando su cuenta también éste. Aparte de eso, se me han escapado contados relatos y algunos poemas. No puedo estar sin escribir, pero echo de menos un trabajo de envergadura como los que en el pasado me he gastado, una señora novela, por ejemplo.

 Pero el caso es que, a pesar de mis contadas pero muy firmes iniciativas y esfuerzos, paso inadvertido en mi región y mi país.

 «A su tiempo, maduran las brevas» –me digo.

 Ciertamente, los escritores, en tanto y cuanto operamos con palabras y decimos, somos los artistas «más delicados» de respaldar y admitir. Aparte de nuestro gran potencial ultravisionario, que no siempre es bien consentido por las esferas del poder, el hecho de que sepamos tratar el lenguaje crea recelos por parte de quienes no están a nuestras alturas, derivado no ya de nuestro genio sino de sus propias flaquezas e inseguridades.

 ¡Cuidado con apoyar y apostar por un literato!

 ¡Cuidado con su preñada tinta!

 ¡Ojo avizor con lo que suelta!

 Porque, a diferencia de los coyunturales poderosos de turno, el escritor detenta un poder más sólido y sabio, y sus ojos son más capaces. El político es un animal encarcelado; el literato no, sino un ave de altos vuelos enemigo de las jaulas, que transgrede desde la magia que sabe hallar en sí y cuanto vive y sopesa.

 A veces sospecho que el artista debe luchar contra el añadido del tan esparcido síndrome de Procusto, una molesta patología muy emparentada con la visceralidad que no nos deja si no ponernos trabas y obstáculos; como si tales pudieren desmotivarnos, cuando en mí se da el caso de que cuanto mayores son las dificultades más se crece mi espíritu y mi genio.

 ¿Pero si mi óptica como escritor siempre estuvo puesta en lectores de un futuro, qué me pueden importar las latitudes? Tal vez mi reconocimiento me llegue tras abandonar este mundo. ¿Qué significaría? Que mis contemporáneos se anduvieron de lo más distraídos papando los vientos, que no tuvieron la suficiente visión como para discernirme y darme mi oportunidad, que no supieron ver en mí una apuesta de peso, un valor sólido, un autor digno y una producción más que trabajada y encomiable.

 ¡Qué se le va a hacer! ¡No por ello me voy a desanimar ni un estadio ni voy a dejar de escribir! Ya he aclarado que mi mayor satisfacción no procede de los reconocimientos ajenos sino de los del propio trabajo, que es donde verdaderamente me realizo y supero y más claras se me revelan mis verdades.

 ¡Claro que anhelo ser leído y estimado por mi prójimo como novelista y literato! ¿Qué me falta para conseguirlo? ¿Está en mí el lograrlo? ¿De qué depende mi éxito? ¿Tendrá lugar tal?

 De momento, me he puesto en manos de una especializada agencia de marketing para que se ocupen del asunto, a fin de poder dedicarme a lo que me compete: escribir y Santas Pascuas. ¿Alguien da más?

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