No creo en fantasmas, pero me han perseguido toda la vida.
EDGAR ALLAN POE, escritor estadounidense.
¿Existen los fantasmas? Si atendemos a su significado —figura irreal, imaginaria o fantástica y normalmente incorpórea que alguien cree ver; especialmente, imagen de una persona fallecida que se aparece a alguien—, pocas dudas surgen de la definición: los fantasmas son irreales e imaginarios y siempre que son vistos por alguien, ese alguien no tiene posibilidad de demostrar que lo ha visto.
Existan o no, todos hemos oído hablar de fantasmas. De pequeños ya se nos asustaba con ellos y su recuerdo seguro que nos acompañó hasta la vida adulta. Conocer qué existe de verdad detrás del mito ha sido objeto del trabajo de espiritistas y científicos, los primeros más amparados en la fe de su existencia que los segundos.
Hablar de espiritismo es hablar de Allan Kardec, seudónimo de Hippolyte Léon Denizard Rivail, el filósofo y escritor de Lyon autor de El libro de los espíritus y a quien se le atribuye la sistematización de la doctrina espiritista. Poco o nada se puede sacar en claro de los espíritus de Kardec ya que este afirmaba que los había hipócritas, vengativos, mentirosos, fraudulentos y malvados, de modo que, si alguno afirmaba ser Julio César o Cleopatra, no podías saber si decía la verdad o tenía ganas de echarse unas risas.
El espiritismo alcanzó su culmen de popularidad durante la segunda mitad del siglo XIX y era practicado tanto por las clases populares como por la alta sociedad. Pero el engaño descubierto de las hermanas Fox dio al traste con el éxito de esta doctrina.
Las hermanas Fox —Margaret de ocho años y Kate de seis— vivían con sus padres en una casa de Hydesville, un pueblo pequeño situado en el estado de Nueva York. Las niñas confesaron haber comenzado a oír extraños golpes en la casa, que luego llamaron raps, y que en 1848 tomaron su propio significado. La madre de las niñas, aterrada por las circunstancias, decidió participar del suceso interrogando a los supuestos fantasmas sobre la edad de sus hijas y cosas similares, obteniendo respuestas por medio de ese vocabulario de raps que ellas mismas habían creado. Establecieron un código particular y a partir de entonces lograron una comunicación más o menos fluida con los espíritus.
Uno de esos espíritus se identificó como el señor Rosma, alguien que había vivido allí antes, sorprendiéndolas con su afirmación de que había sido asesinado por el anterior inquilino de la casa, el señor Bell, y enterrado en el sótano. Este hecho atrajo la atención del vecindario que acudió en masa a la casa de los Fox para ser testigos de los famosos raps.
Leah, la hermana mayor de las Fox, que vivía en Rochester, quiso comprobar la veracidad de los hechos. Una vez convencida, llevó a sus hermanas a Rochester para que estas demostraran allí sus capacidades especiales. Leah vio claramente el negocio en el supuesto don de sus hermanas y las sesiones de espiritismo se multiplicaron, al igual que los dólares que se embolsaba la familia Fox en cada una de ellas.
Kate y Margaret confesaron el fraude en 1888 afirmando que en realidad los golpes eran provocados por ellas mismas para convencer a los demás de que estaban comunicándose con espíritus. Maggie Fox dio una conferencia de prensa el 21 de octubre de 1888 en la Academia de Música de Nueva York, donde con un pie desnudo y la ayuda de una banqueta de madera con la que conseguía amplificar el sonido, hizo crujir las falanges de su dedo gordo, provocando los raps que resultaron ser uno de los mayores fraudes de la historia de fantasmas.
Para la literatura, los fantasmas han sido siempre fuente de inspiración. Tal vez Cuento de Navidad, la famosa novela de Dickens sea una de las más representativas del género, aunque podríamos enumerar muchísimos títulos y autores que han elegido a los fantasmas como personajes importantes para sus libros. Por cierto, el último que he leído de Stephen King, Después, también va de fantasmas, así como el último que he escrito, Brillando en tu oscuridad.
Lo mismo pasa con el cine: Los Cazafantasmas, Ghost, Bitelchus, Poltergeist, El ente, El sexto sentido, Los otros, El orfanato… En fin, muchísimas películas que centraron su atención en nuestros protagonistas.
¿Y qué dice la ciencia? Pues suele explicar el fenómeno amparándose en estímulos ambiguos, contexto apropiado, sugestión, mecanismos de seguridad que todo ser humano posee. En definitiva, que no cuela.
Existan de verdad o no, casi todos convivimos con algún fantasma. Algo inmaterial que nos acompaña constantemente arrastrando sigilosamente sus cadenas, esperando la oportunidad de manifestarse para recordarnos que sigue ahí, aguardando su momento. A lo largo de nuestra existencia vamos dejando cadáveres en el camino: una relación que nos hizo daño, un error que cometimos, un temor que no hemos superado, un deseo que nunca se materializó, una mala experiencia que no hemos podido olvidar, una ausencia que sigue doliendo… Fantasmas que nos siguen allá donde vayamos. Ellos se manifiestan y nuestra mente se encarga de hacer el resto. Siempre es nuestra mente la que da vida a los fantasmas. Controla tu mente y los mantendrás a raya.
Yo debo confesarte que, en ocasiones, siento su presencia. También a mí, como a Poe, me han perseguido toda la vida, pero he ideado la forma de librarme de ellos; simplemente los atrapo en mis novelas y les propongo vivir entre sus páginas, viajando dentro de los libros para conocer otros lugares, otras gentes. Es un modo de alimentarlos en la distancia a través de ustedes los lectores. Tal vez alguno de ellos toque un día en tu puerta. Solo tienes que aceptar y abrir. ¿Qué me dices? ¿Aceptas?
Precioso artículo, Germán; te felicito sinceramente (aunque te ruego –¡es broma!– que no me tomes por un fantasma). ¿Por qué será que a los fantasmas siempre se los representa cubiertos con una sábana?
Muchas gracias, Luis. Lo de la sábana no lo sé. Tal vez fuera un recurso fácil para representaciones teatrales y cinematográficas. Investigaré. Un abrazo grande.