La nostalgia no es un buen lugar para vivir.
GULZAR SAAB, poeta, guionista y director de cine indio.
Fue el francés Johannes Hofer quien acuñó por primera vez el término nostalgia el 22 de junio de 1668, en una tesis de medicina en la universidad de Basilea. Hofer describía la nostalgia como la enfermedad de un estudiante y su sirviente que habían abandonado su ciudad natal para iniciar sus estudios y que llegaron incluso a agonizar. Sin embargo, cuando por razones distintas fueron devueltos a casa para que murieran en compañía de sus seres queridos, se curaron milagrosamente. Se da la circunstancia de que, en esa época, la nostalgia era considerada una enfermedad grave. Así, si algún soldado o marinero presentaba esos síntomas, era enviado a casa inmediatamente.
La palabra «nostalgia» se deriva del griego nostos, que significa regreso al hogar y algos, que quiere decir dolor. En la actualidad, el vocablo hace referencia al anhelo por volver a vivir un tiempo pasado, regresar a un lugar concreto o volver a estar en compañía de alguien.
Este sentimiento se activa gracias a la memoria, que nos trae el recuerdo de un tiempo pretérito. Pero nuestra memoria no es como el disco duro del ordenador, que almacena los datos fielmente sin modificarlos. La memoria humana altera algunos elementos de los recuerdos, de manera que podemos, por ejemplo, recordar a una persona no exactamente como era, sino como nosotros la percibíamos. Es posible que por eso nos parezca que todo tiempo pasado fue mejor, ya que el recuerdo que aviva la nostalgia es siempre un recuerdo agradable.
Pero ¿de verdad tiene la nostalgia alguna función en el bienestar de las personas? Es decir, ¿de qué nos sirve ese sentimiento que nos asalta y que nos sume en la melancolía?
El columnista de la BBC, Tom Stafford, menciona en uno de sus artículos los estudios realizados por Constantine Sedikides, un psicólogo cuya investigación lo llevó a la conclusión de que la nostalgia es un recurso que nos ayuda a avanzar con menos miedo y con unos objetivos más claros.
Sedikides realizó un curioso experimento para demostrar su Teoría del Manejo del Terror (TMT) en el que les pidió a los participantes que pensaran en su propia muerte y que dijeran si estaban de acuerdo con frases como que la vida no tiene sentido o que todos los esfuerzos que realizamos en esta vida son absurdos e inútiles. Los resultados demostraron que los participantes que habían confesado ser propensos a los pensamientos nostálgicos no manifestaron una preocupación especial ante la idea de su propia muerte y en cambio sí creían que la vida tenía un propósito, frente a los que no se consideraron propensos a la nostalgia y que sí manifestaron una sensación de falta de sentido de la vida cuando se les pidió que pensaran en su propia muerte. Curiosamente, los participantes más propensos al sentimiento de nostalgia resultaron tener con menos frecuencia pensamientos relacionados con la muerte y ser menos vulnerables al sentimiento de soledad. Otro estudio realizado por el Dr. Routledge también demostró que a través de la nostalgia del pasado las personas pueden encontrar su sentido de la vida al sentir una conexión social más fuerte junto a otras personas.
Tom Stafford acaba su artículo con esta conclusión: «la nostalgia actúa como un almacén en nuestra memoria al que recurrimos para reforzar nuestras propias emociones».
En sintonía con esta afirmación, muchos psicólogos afirman que la nostalgia puede tener un impacto positivo en nuestra vida y en nuestra salud mental si es percibida de manera equilibrada. Esto es así porque el sentimiento de nostalgia crea un vínculo entre el tiempo presente y aquel tiempo pasado en el que nos sentíamos bien con nosotros mismos y con nuestro entorno, y este sentimiento es útil para afrontar sensaciones negativas del presente.
Por lo tanto, parece ser una opinión bastante generalizada que el sentimiento de nostalgia permite que enfrentemos el futuro con una actitud más positiva al facilitarnos la conexión de nuestro presente con ese pasado en el que reconocemos una versión del propio yo que nos agrada.
No son pocos los que hablan abiertamente del marketing de la nostalgia, un negocio que prospera amparado en la necesidad de los consumidores de revivir viejos tiempos. Son numerosas las emisoras de radio especializadas en reproducir los éxitos de los 70, 80 y 90, así como las plataformas digitales que conservan un buen número de películas como Grease, Regreso al futuro o La guerra de las galaxias. Del mismo modo, vuelven a usarse cíclicamente modas pasadas. Esto se debe en parte a que los diseñadores sienten nostalgia de sus años de juventud y recuperan las ideas de entonces adaptándolas a la actualidad.
En ocasiones, me sorprendo a mí mismo rememorando algún pasaje de mi vida, escuchando cómo Michael Bolton le pregunta a su enamorada cómo se supone que podrá vivir sin ella, con esa potente voz de cantante negro de soul reproducida en la garganta de un blanco de Connecticut. Es curioso, pero todos mis pensamientos nostálgicos giran en torno a la música y casi todos me sumergen en la década de los 80.
Reflexionando sobre todo lo dicho hasta ahora, me pregunto qué sentido tiene ese sentimiento de nostalgia en mí. ¿Reconozco en esa época una versión mejor de mi persona? Realmente no. Tal vez un tiempo en el que viví más despreocupado, fruto de la juventud y de la inexperiencia. ¿Me ayuda personalmente ese viaje al pasado en el que rememoro acontecimientos vividos? Ciertamente, lo que pienso cuando regreso a esos mágicos 80 es que, con la experiencia actual, hubiera hecho algunas cosas de otra manera, aunque, después de pensar eso, también reflexiono sobre la posibilidad de que, de haber hecho esas cosas de un modo distinto, hoy no me encontraría en el lugar que estoy, con las personas que vivo y haciendo lo que hago, de modo que vuelvo de ese lugar un poco reforzado, sí. Las cosas podrían haber salido bastante peor de lo que lo hicieron, así que puedo decir, sin temor a equivocarme, que he sobrevivido a numerosos errores que me han hecho ser como soy y estar en el lugar que me corresponde.
Tal vez, como dice el poeta Gulzar, la nostalgia no sea un buen lugar para vivir, pero, escuchando las voces de los expertos y haciendo balance de mi propia vida, lo que sí puedo afirmar es que es un buen lugar al que viajar de vez en cuando en busca de un poco de refuerzo positivo y de impulso para seguir avanzando.
¡Muy, muy buen artículo, compañero! ¡Muy bien expuesto y estructurado, con un uso de las referencias clínico y preciso! ¡Te felicito, Germán!
Si pienso en mí, sí tengo mis nostalgias (las cuales no tienen por qué ser precisamente positivas, ni tampoco desoladoras –de todo hay en botica–); sin embargo, la nostalgia que más me puede (y esto lo entenderán perfectamente los poetas) es la nostalgia de ¡mi futuro!
¿Cómo puede ser esto? ¡Pues no lo sé, pero me consta que es así!
¡Muchas felicitaciones, Germán (me parece que voy a nostalgiar este artículo por algún tiempo)!
;¬)
Gracias, querido colega. Si ese futuro que te causa nostalgia se convierte en presente, muchos nos alegraremos de verdad. Un abrazo.