Algunos árabes creían (o, por lo menos, uno de ellos alguna vez) que la perfección corresponde sólo al Todopoderoso. Con este pensamiento concretaron las maravillas artísticas que ofrecieron a la historia durante un largo período. Así, los miniaturistas, por ejemplo, se esforzaban por lograr una obra perfecta, pletórica de perfectos detalles, para, al final, plasmar sobre ella una imperfección sutil y absolutamente voluntaria, cumpliendo fielmente con sus mortales limitaciones. He aquí la paradoja que tal vez le valiera la condenación: Ellos sabían que el error era decidido por ellos mismos, con lo cual proponiéndose una obra imperfecta, la lograban a la perfección. Y esto supone un oculto afán por superar a Dios, que solo se limita a hacer obras perfectas.
De la misma tónica es el inmemorial problema de la forma de la Tierra. Fue varias veces redonda, plana, cuadrada, oval, naranjal, indefinida, fea, esferoidal, informe, etc. Al parecer en estos momentos es un geoide, definición que es intrínseca a su propia forma (es decir, casi esférica, achatada en los polos, con declives y picos aleatorios, también etcétera). Tal criterio se adapta a los demás cuerpos celestes dando lugar a lunoides, saturnoides y cometahalloydes, siendo cada una de tales definiciones únicamente aplicables al objeto del que han recibido el nombre. Resulta tentador extender esta usanza al resto de las cosas. Así, por ejemplo, todas las corbatas que tengan forma de corbatas (y las que no) recibirán el nombre de corbatoides, debido al hecho de que su forma propia las habilita para ello. Todo lo que tenga forma de zapallo será un zapalloide, salvo en el caso de que se trate de un zapallo sin forma de zapallo, como el señor Apolinario Mamerto Fuentes, que tiene forma de apolinariomamertofuentoide y no lo sabe.
Hecha la pésima, aunque perfecta, exposición anterior se llega a la conclusión de que tales representaciones abstractas son perfectas (aún cuando el señor Apolinario Mamerto Fuentes decida raparse). Es por eso que la perfección puede definirse como una condición fundamental para la existencia. Lo que consideramos imperfecto, porque no responde a nuestros cánones simplificadores en su totalidad, no es otra cosa que una perfecta demostración de nuestro egoísmo. Es así como es y no de otra forma, ya que si fuera de otra forma no sería así como es. Ambas posibilidades son perfectas. Y las cosas imperfectas son perfectas imperfecciones, aunque esta definición no las salva de su imperfecta perfección.
Es muy posible que algún suspicaz me acuse de urdir un artificio lingüístico para justificar mis imperfecciones. Y la observación será perfecta.
Bienaventurados los imperfectos que buscan la perfección.
Enhorabuena, Gabriel! Me ha encantado esta entrada. Un artículo perfecto en su forma y en su contenido. Artículoide, diría yo.
Muy agradecido Germán. Creo que el miniaturista árabe le hubiera encontrado algún error.