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La reencarnación

Personalmente yo solía creer en la reencarnación,
pero eso fue en una vida anterior.
PAUL KRASSNER, escritor de humor norteamericano.

Para poder conceptualizar la idea de reencarnación hemos de entenderla como creencia, ya que lo que para algunos es una realidad constatable para otros resulta una fantasía sin fundamento. En este sentido, podemos decir que el concepto de reencarnación se refiere a la creencia de que la parte inmortal e inmaterial de cada uno de nosotros tiene la capacidad de materializarse en sucesivas ocasiones, adoptando un nuevo cuerpo, y esto supone aceptar la dicotomía cuerpo-alma del ser humano.
Para el hinduismo, el atman —o lo que es lo mismo, el alma o la esencia de cada persona— es aquella parte del ser que no cambia y que no es física. A través del samsara el atman se reencarna en un nuevo ser humano o en un animal. El karma, esa energía trascendente generada a partir de las acciones de una persona, determina el tipo de reencarnación de cada cual. Por supuesto, el atman desea liberarse de ese ciclo repetitivo de reencarnación y alcanzar el moksha o estado de redención, que se produce cuando el atman se funde con el brahman o espíritu universal. Existen diferencias sustanciales entre la idea de reencarnación del hinduismo y la idea de renacimiento del budismo, que no se expondrán en este artículo, por la complejidad de ser explicadas en pocas palabras. Baste decir que los budistas creen que mediante la realización del nirvana se consigue el cese del renacimiento.
Para el cristianismo, la idea de reencarnación contradice la propia idea de resurrección en la que el alma abandona el cuerpo físico para siempre y no con objeto de ser encarnado nuevamente. La resurrección promete una existencia nueva en un lugar nuevo. No hay, por lo tanto, posibilidad de regreso al estado anterior en un nuevo cuerpo. A pesar de esto, Elizabeth Kübler-Ross, psiquiatra y autora de libros como La muerte: un amanecer y La rueda de la vida, a la que ya he mencionado en otro artículo, afirmó en una entrevista realizada para The Plowboy Interview que «la reencarnación fue enseñada en el cristianismo durante cientos de años. Su enseñanza estaba eventualmente prohibida por el Primer Consejo Ecuménico, exclusivamente por razones políticas, de hecho, la Biblia hace múltiples referencias a ángeles guardianes».
Ni el islam ni el judaísmo admiten la reencarnación como doctrina oficial. Para ambas confesiones todas las personas conocerán la muerte y después comparecerán ante el Altísimo.
El psiquiatra Brian Weiss, al que también nos hemos referido en alguna otra ocasión, defiende la veracidad de la reencarnación y narra en sus libros el sentido de esta como rito de sanación. Weiss descubrió la existencia de vidas pasadas en bastantes pacientes a los que sometió a una terapia de hipnosis regresiva, una técnica empleada en psiquiatría para conseguir que el paciente reviva sucesos ocurridos en el pasado y poder determinar el origen de algunas fobias. Weiss descubrió con asombro que estos pacientes no solo eran capaces de volver a su infancia, sino que podían regresar a vidas anteriores. La idea central que plantea el psiquiatra norteamericano es que siempre nos reencarnamos en el mismo círculo de personas y que el motivo de hacerlo es sanar heridas pasadas y seguir avanzando en el camino evolutivo. «Estamos aquí para aprender sobre el amor y la compasión y estamos interconectados; cuando hacemos daño a alguien nos lo hacemos a nosotros mismos», señala Weiss.
Algunos casos de personas que afirman haber vivido una vida anterior son realmente sorprendentes. Un ejemplo es el de Gus Ortega, un niño que desde muy temprana edad comenzó a relatar sucesos de su vida anterior con cierto lujo de detalles. Gus afirmaba haber sido Augie, su propio abuelo, que murió en 1993 víctima de un accidente cerebro vascular. Gus se reconocía a sí mismo en las fotos de su abuelo al que, naturalmente, no había visto nunca, afirmando de manera reiterada: «este soy yo». En otra ocasión le dijo a su padre: «Cuando yo tenía tu edad, me tocaba cambiarte los pañales». Jim Tucker, profesor asociado de Psiquiatría y Ciencias Neuroconductuales de la Universidad de Virginia, cuyo principal interés son los casos como el de Gus, investigó este en particular y constató que el pequeño pudo dar detalles de la vida de su abuelo que era imposible que conociera, como el hecho de haber vendido una tienda de su propiedad.
No menos sorprendente es la historia relatada en el documental Ghost Inside My Child, que cuenta la historia de Luke Ruehlman, un pequeño de Cincinnati que desde los dos años intentó convencer a sus padres de haber sido Pam Robinson, una mujer que vivía en Chicago y que murió en un incendio. Lo más interesante de este caso es que Luke recuerda todo el proceso y lo explica a su madre de la siguiente manera: «Yo era Pam, pero morí, subí al cielo y vi a Dios, pero él me hizo volver y entonces tú me llamaste Luke».
Un caso un poco diferente, pero igualmente extraño, es el de las hermanas Pollock. Joanna, de seis años y Jacqueline, de once, murieron atropelladas por un carruaje el 5 de mayo de 1957. A pesar de que el suceso resultó devastador para sus padres, al cabo de poco más de un año, Florence Pollok descubrió que volvía a estar embarazada. El 4 de octubre de 1958, nacieron Gillian y Jennifer. Hasta aquí todo normal. Lo verdaderamente extraño fue que las niñas eran capaces de recordar las vidas de sus hermanas muertas. Gillian recordaba la vida de Joanna y Jennifer la de Jacqueline; ambas conocían el pueblo y tenían las mismas costumbres que sus hermanas, incluso una aparentaba ser mayor que la otra. También se encontraron similitudes en marcas corporales como un lunar de Gillian en el costado, y el padre confesó oírlas una vez describir las sensaciones del accidente. Al cumplir los cinco años, edad a la que, según algunos científicos se pierde la capacidad de recordar vidas pasadas, las niñas dejaron de tener fobia a los vehículos.
Existen muchos otros casos, pero los mencionados bien pueden servirnos para hacernos una idea de que la reencarnación no puede ser descartada con tanta rotundidad.
Cuando me propuse escribir Verdades Cruzadas, todas estas historias y estudios bullían en mi cabeza mientras yo trataba de hallar una respuesta que me convenciera. Entonces pensé que quizás era probable que nadie tuviera la verdad absoluta y que tal vez la existencia del ser humano es en realidad un enorme y perfecto puzle cuyo acabado magnífico no somos capaces de imaginar, y así lo plasmé en la novela. Reencarnación y evolución no tienen por qué ser conceptos contradictorios. ¿Qué ocurriría si volviéramos a encarnarnos para mejorar algunas cosas de nuestro pasado? ¿No sería posible que regresáramos para saldar cuentas pendientes? ¿Y para ayudar a otros a seguir avanzando?
Si así fuera, la reencarnación no estaría tan mal vista, sería algo así como repetir curso o volver en calidad de maestro para ayudar a los alumnos que más lo necesiten. En cualquier caso, todo tendría su porqué. Y lo más interesante: confirmaría la teoría de que somos seres eternos.
A veces me imagino esa fusión con el espíritu universal de la que hablan los hinduistas y los budistas y después pienso en la venida de Jesucristo y su mensaje de unión con el Padre, y me digo a mí mismo: «¿no es posible que muchos seres asciendan hasta conseguir esa fusión y otros se mantengan durante un tiempo en medio del sendero, arriba y abajo para enseñar a los demás? Quizás cada religión, cada dogma contenga parte de esa gran verdad. Es posible que, a su manera, todos estén hablando de lo mismo: lo verdaderamente importante es amar y hacer el bien, contribuir de algún modo a que reine la luz en todos los corazones. Yo, personalmente, me niego a creer que esa luz se apague el día de mi muerte. Seguramente volveré. Quizás ya lo he hecho y por eso estoy escribiendo sobre ello y compartiendo estas líneas contigo. ¿Quién sabe?

Germán Vega Contributor
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