Press "Enter" to skip to content

Bajo la bóveda de diciembre

Los castañeros siguen cumpliendo con su oficio. Marcan el paso del tiempo, la metamorfosis de las estaciones. Cuando ya han sido las ofrendas a la Virgen y la fiesta nacional del doce de octubre, la heladería Los Italianos cierra. Su local, alargado y luminoso, se convierte en un portal oscuro habitado por la figura de una anciana de trapo que, cabizbaja, asa castañas y se calienta junto a un hornillo donde palpita la luz carmesí de una llama impostada. Ya en diciembre, caen las temperaturas —dice el parte—; por las calles de Granada serpentea el frío. El humo de los anafes baja por la calle Reyes Católicos como si un río Dauro fantasmagórico se hubiera elevado desde el subsuelo. La ciudad se vuelve subterránea, un fractal de cámaras entre las que se abren portales: la oscura burbuja de la castañera de los Italianos comunica con el Zacatín, al otro lado de la calle, techado también por la noche invernal, y este desemboca en la dolina de Plaza Bibarrambla. En diciembre se hielan las entrañas y se asan las castañas, dice el refranero.

Para mí la castañera estaba hermanada en cierto modo con otra representación: la de la Maestra Migas que enseñaba a un grupo de niñas en una cueva del Sacromonte. Cuenta el mito fundacional de las Escuelas del Ave María que, hace ya siglo y pico, bajaba a Granada montado en su burra Andrés Manjón cuando encontró a una anciana, la Maestra Migas, enseñando a niñas del barrio que no tenían recursos para estudiar. En nuestras visitas frecuentes al colegio Casa Madre se nos enseñaba una cueva en la que se representaba la escena de la Maestra Migas con las niñas. Bendito error el mío: el apodo de aquella señora sonaba en mis oídos como “maestra amiga” confiriéndole un mayor grado de familiaridad. El interior de la cueva era oscuro hasta que el profesor encendía la luz. Abría la puerta hacia el interior, donde las figuras informes aguardaban entre tinieblas, e íbamos pasando por la estrecha puerta. Unos segundos después el profesor ya había accionado el interruptor y la luz mostraba a los personajes, la Maestra Migas y las alumnas, que parecían estar a punto de cobrar vida, o recién haberla perdido. Se congregaban en torno a la maestra igual que la castañera se arrimaba a la lumbre.

Cada una trabajaba en su cueva, la castañera y la maestra, una al calor del horno en que asa castañas, la otra incubando la pedagogía humilde que en determinado momento inspira a don Andrés Manjón para fundar sus célebres escuelas. Castañas, avellanas, almendras, piñones, anacardos, pipas de calabaza: en el otoño se constata una fertilidad que invita a la reclusión, al relato íntimo en la concavidad de una habitación mínima.

Tengo en el recuerdo la encarnación de ambas mujeres: una tarde negra de invierno mi abuela Carmen asaba castañas en una sartén. La luz de la cocina estaba encendida pero la de la sala de estar, después de una sobremesa demasiado larga, se había quedado apagada. Por la ventana entraba una luz silente ensombrecida por la parra y el jazminero. Ella agitaba la sartén, casi la mecía; los aquenios rodaban y algunos parecían tiznarse; sus ojos azules como de mujer extranjera se iban posando de distracción en distracción, pendientes de varias cosas a la vez o de ninguna, colocar algo que quedaba en una bolsa que alguien había traído de la carnicería, asar las castañas, limpiar los caracoles para el día siguiente, guardar en la talega el pan sobrante que al día siguiente se iba a utilizar para las tostadas, tiernas y untadas con mantequilla, emitiendo un olor que alcanzaba hasta los dormitorios de la planta de arriba. Contaba historias mientras trabajaba en la cocina: daba explicaciones de lo que estaba haciendo y las hilaba con anécdotas familiares o con chistes —contaba chistes muy malos y además los contaba mal—.

Sirvió las castañas en un plato hondo y las llevó a la mesa del salón a oscuras. El olor tostado era el preludio de la carne blanca y tierna: al morderla se desprendía un calor esponjoso que contenía el aroma a la vez leve y pleno del otoño. Todo estaba en tinieblas, de no haber sido así se hubiera dicho que en el centro de la sala, en aquella especie de preludio de la Navidad, había florecido una suerte de primavera. Los primos nos congregamos a la mesa como una tribu en el albor de las castañadas. Todo esto parece haber sido sustituido por las bolsas de palomitas de maíz para microondas y por el brillo del televisor.

Es posible que haya algo de nostalgia en mi atracción hacia las castañeras. Encienden sus faros, envían señales de humo y yo sigo sus caminos por la ciudad como un espeleólogo en busca del centro de la tierra. Me detengo en el puesto, compro un cucurucho. Me detengo, sí, ahora que voy solo y que es diciembre y que no encuentro a nadie entre tanta gente, me detengo en algunos momentos y me aferro a ellos como un hundido a los restos del naufragio. No se trata de rendirse a la nostalgia de un tiempo pasado, querer torcer la flecha del tiempo o reconstruir la nave con esos restos a los que nos aferramos. Camino masticando recuerdos como quien mastica la carne debullada de una castaña cálida. Imagino la voz de aquella maestra a la que nunca conocí. Quizás la nostalgia es ese anhelo enloquecido que nos vuelve capaces de construir los amores de la niñez que nuestros hijos perseguirán el día de mañana, lo que únicamente puede suceder en la intimidad cóncava del hogar. Camino por Reyes Católicos: por el subsuelo avanza una corriente embovedada, una especie de río del tiempo, que se pierde aguas abajo. El cielo helado es también un arroyuelo por donde baja el humo transido de las castañeras.

2 Comments

  1. José Sorroche Baldomero José Sorroche Baldomero 24 enero, 2022

    Magnífico y calido texto.

  2. Luis Brenia Luis Brenia 25 enero, 2022

    Te voy a decir tres de cosas (o soltarte un trío de muy hermosas flores, Gotardo): ¡Sabes escribir a cámara lenta, crear solventes y acertadas atmósferas, y lo que es mas: crear música desde tu literatura! Y por todo ello te doy mi más efusiva enhorabuena; me ha gustado mucho el relato, tanbreve como aprovechado y muy bien estructurado. ¡Chapeau!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies