Seguramente, el lector que lea estas líneas nació en el siglo pasado y, como se dice, aún vino a este mundo con un pan bajo el brazo (yo personalmente, con una tahona; es decir, una fábrica de tales, por si fuera poco). Mas si usted ha nacido este tercer milenio, ha arribado en nuestra era, aparte de con el susodicho pan bendito, con un señor bit o buen haz de los mismos bajo su avispada cocotera, pues ha nacido en la era de la sobreinformación, esta misma que corre; y pronto se familiarizó con las computadoras y los smartphones al uso.
Ahora se habla mucho del Metaverso (que yo no tengo muy claro qué es, mas me lo imagino como una burbuja virtual en la que casi todo es posible a nivel de comunicación, desde la metalingüística a la metamatemática y la realidad expandida, desde el metaocio hasta el metasexo; por señalar algo), el apogeo de la informática que viene, y, cuando ya sea una realidad, llegará la generación que nazca bajo su portentoso paraguas.
¡Ay, de nosotros, los viejitos de entonces, reliquias de los viejos tiempos, qué rezagados nos quedaremos!
Y llegará la Generación del Metaverso, los chavales y chavalas que nos vendrán con eso bajo el brazo, amén del inexcusable buen pan, los más evolucionados humanos postreros en un mundo en el que la fusión con la Inteligencia Artificial y las blockchains estará a la orden del día, la ciudadanía del mañana, algo que nos cuesta de veras vislumbrar y que pronto será una flagrante realidad (y nosotros, ya, viejitos reviejitos).
Bebés híper precoces en los campos del conocimiento, que, ya desde chicos y de entrada, serán familiarizados con el Metaverso y la computación cuántica, las punterísimas tecnologías que circulen y yo qué sé más.
Medio cyborgs hambrientos de tecnofelicidad, poetas cuánticos con musas implementadas, hotetotes y peregrinos y yo qué sé más, deambulando como Pedro por su casa, o acaso meros zombies, por el Metaverso y obviando la vida corriente y moliente fuera de él, la vida primitiva en pos de las suculentas tentaciones y prestaciones de la contemporánea.
¡Y nosotros, ya siendo unos meros vegetales!
Hij@s del Metaverso, vuestro es el imparable mañana; a la vuelta de la esquina os aguarda el permeable futuro, siempre abierto a sus nuevos futuros. ¿Qué deciros desde este acá tan ciego? ¡Vivid la vida según se os tienda, mas tened presente en vuestras evoluciones las que son vuestras humanas y divinas raíces! ¡No despreciéis el pan con el que también vinisteis, ni perdáis de vista las pequeñas grandes cosas! ¡Os deseo lo mejor!
(¡Y, perdonad si estas palabras os resultan de viejo, mas os quiero advertir que aún no lo soy, aún la sangre galopa y la tinta es lúcida, solo soy un soñador, alguien virgen en el Metaverso, que os imagina y considera desde la que sí ya es una contaminada tecnovida, si bien, nacido en 1963, la mayor parte de mi vida discurrió a la vieja usanza, muy libre de estas tecnologías tan en boga, y por ello me congratulo de mi carácter híbrido; que lo sepáis!)
¡Hij@s del Metaverso, humanos del futuro, gozad de esa nueva forma de tecnoespiritualidad brindada y soñad! ¡Gozad de la vida como mejor sepáis, y tanto dentro de esa burbuja-matriz como, si os es posible, fuera; haced el bien y profesad la excelencia!
Y nosotros… ¡ya muertos y fiambres!
¡Hij@s del Metaverso, la vida es ahora!
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